Porque te echo de menos hasta cuando estoy contigo.

Estar en la cama y pensar en ti. En los momentos a tu lado y comenzar a llorar, los echo de menos. Dejo mi mano entreabierta, como si estuviera cogida a la tuya, intento imaginarlo, intento apretar tu mano, hasta que acabo cerrando el puño. No estás, y otra lágrima más se escurre por mis mejillas. Si te tuviese conmigo pasaría la noche abrazada a ti, sintiéndome protegida de todo, incluso de los malos pensamientos. Pero joder, no estás. Y a la vez que pienso en ti, me pregunto que estarás haciendo en este mismo instante, si te acordarás de mí. Tengo miedo. Mucho miedo de perderte para siempre. De no volver a sentir esos nervios tontos antes de verte, de no correr a besarte cuando al fin te veo,  de no ir agarrada de tu mano por la calle y sentirme orgullosa y feliz de que sea amor correspondido, de no buscar tus abrazos cuando necesito sentirme protegida. De perderte. De que el cuento de hadas se haga mil pedazos junto con nuestros sueños y nuestro futuro. Al menos me gustaría pedirte algo. Espero no perderte, pero, si un día nuestros caminos se separan; si me ves no bajes la cabeza ni disimules no haberme visto a no ser que no me quieras. Mírame a los ojos, clava tu mirada en mis pupilas, y no necesito nada más. Créeme, de esa manera siempre he sabido lo que callas. Te amo, y siempre lo haré, lo prometí.